sábado, 16 de octubre de 2010

CAPERUCITO ROSA - Parte I



Para los amigos, verdaderos maravillosos.



EL HOGAR


Había una vez,
allá en los lejanos y húmedos arenales de Villa Salvaje,
un coqueto jovenzuelo que vivía con su mamita en una humilde pero bien cuidada casita de esteras.

Su abuelita le había tejido una linda chaqueta con capucha en punto arroz de color rosa
que se había convertido en su prenda favorita y casi nunca se lo sacaba
por lo que todos en el sector le llamaban desde entonces:

¡Caperucito!
¡Caperucito!
¡Caperucito Rosa!

Nuestro joven estaba entusiasmado esos días
porque dentro de pocos días iba a cumplir catorce años
y su mamita le iba a hacer una fiestita a donde irían sus compañeros del cole y
sus dos patazas gays del barrio: Nico y Tomy.

Aquella calurosa mañana de febrero, su mamita regresaba de la calle llamándole:

- ¡Caperucito, Caperucito! dónde estás cariño?
- Por aquí mamita! contestó Caperucito, quien bailaba
"La Rechazada" de Suzy Díaz frente al espejo a todo volumen.

Su mamita al verle gritó:

- ¡No!, ¡No, Caperucito!
¡Así no!
¡Así, no se baila!
y parándose al lado de Caperucito se puso a contonear sus caderas.
- Es así mi amor!, le dijo su mamita bailando con gracia esmerada…

Porque la bailarina mamita de Caperucito sabía que Caperucito era gay y no le importaba!
Ella amaba muchísimo a su talentoso hijito quien se aprendió al toque el pasito de vedete!
- ¡Así, Caperucito, así! Le aplaudió su mamita contenta.

Luego del baile, su mamita le pidió a Caperucito:
- Hijito, necesito que vayas donde la abuelita para llevarle un paquetito con quesito,
rosquitas y manjarblanco que tu tía Luchita envió de Cajamarca,
ya sabes cómo le encanta a tu abuelita acompañar su tecito con estas cositas.

- ¡Sí mami!, ¡Sí! Contestó Caperucito, a quien le enternecía la idea de visitar a su amada abuelita;
además que le emocionaba ir desde Villa Salvaje hasta el lejano distrito de La Magdalena.

La Magdalena quedaba lejos; tenía que cruzar cinco distritos y tomar dos combis,
por lo que su mamita le advirtió con dulzura:

- Caperucito, ¡ten mucho cuidado con los choros! Cuidado con tu mochila y tu celular!,
Ya sabes, no hables con extraños y no regreses muy tarde.

- No te preocupes mamita, yo se ir solo; me cuidaré.
Dijo Caperucito con su delicada voz mientras guardaba los paquetitos
del encargo en su mochila de lona.

- Bueno, ve entonces Caperucito; con cuidado,
muchos besos míos para la abuelita. No demores en regresar, le dijo,
mientras llenaba su frente con besos y le daba cinco soles para su pasaje.

Fue entonces cuando Caperucito
salió de su hogar ubicado en la ladera de un cerro
lleno de humildes casitas de esteras y triplay pintado.

- Chau mamiii! Gritó Caperucito volteando para enviar un cariñoso beso volado.

Y con su coqueto andar fue cargando su mochila aquella linda mañana de verano
hundiendo sus zapatitos negros de gamuza en la arena del camino que le conducía al paradero.

No tardó en llegar pasar la combi, hacia donde fue corriendo levantando la mano
y subió mientras el cobrador gritaba con su achorada voz:

Súe´, Chi’olo… súe´,!!!
Surquío´, Surco, MirafloooOres…!!!
Arranca ‘rrancaaaaA!!!



EL VIAJE


En la combi, nuestro joven amigo pegó su naricilla a ventana
y se hundió en pensamientos recordando a sus dos grandes amigos: Nico y Tomi

Para Caperucito, hijo único, no fué complicado contarle a su mami acerca de su homosexualidad.
Para Nico tampoco fue complicado decírselo a su madre;
pero con su padre el asunto fue doloroso:
el papá de Nico le pegó con el fuste grueso de cuero trenzado
mientras Nico le gritaba en llanto:
“¡Yo no decidí ser así!”, “¡Yo he nacido así¡” ¡Diosito me hizo así!
mientras su madre y sus hermanitos gritaban y lloraban a que no le sigan pegando.

Un chongazo.

"Pero, después ya no me dijo nada".
Contó el gordito de Nico a Caperucito y a Tomy
enseñándole sus piernas moradas por el fuste.

Tomy, la más loca de los tres, no tuvo ningún problema y sin muchas paltas,
anunció una mañana a su madre y a su padre:

- ¡Mamá¡, ¡papá! cuando termine el colegio quiero ser travesti y peluquera!

Ya que, el moreno buenmozo de Tomy había quedado fascinado con el “raz, raz,”
de las tijeras, siendo aprendiz en la peluquería de Cuca.

Cuca era la travesti peluquera vieja del barrio:
gorda y descuidada se la pasaba todo el día tirada en su viejo sofá
mirando las novelas de América en su televisión blanco y negro,
esperando el finde para ir a tomar con los faites del sector.

A Caperucito le gustaba vivir por los arenales de Villa Salvaje!

En la semana Nico, Tomy y Caperucito se la pasaban en el cole,
los sábados jugaban vóley y los domingos se iban a la disco del sector
donde por cincuenta céntimos entraban a bailar toda la tarde
y en verano bajaban todo el cerro hasta el mar a darse un chapuzón.

A Caperucito Rosa le gustaban los chicos pero nunca se había enamorado
y era virgen como Nico.

Tomy no era virgen.
Tomy de catorce, le había entregado su virginidad a su héroe:
el choro del barrio quien le ayudó a recuperar el celular que “el gato”,
un fumón de otro sector le había robado asaltándole.

Cesaron sus pensamientos cuando en la radio
sonaba el delicioso riff de la primera guitarra en "Mujer Hilandera" de Bareto.
El cual acompasaba con su pequeño piececito.


LA MOTO

El paisaje había cambiado.
Ya no habían cerros, ni arenas, ni esteras.
La Combi había entrado por Surco con sus casa regias,
sus jardines cuidados, y sus calles impecables.

Caperucito bajó en el próximo paradero
a esperar la siguiente combi que le llevaría a su destino final.

Hacía muchísimo calor.
Caperucito se paró todo lindo a esperar la siguente combi.

Porque de verdad,¡Era precioso nuestro Caperucito!

Tenía una ondulada, fina y abundante cabellera castaña clara
que peinaba como rizos,
una piel blanquísima como la de su abuelita cajamarquina,
mejillas sonrosadas, unos grandes y negros ojitos coquetos,
una naricilla llena pequitas y unos labios de frambuesa.

Vestía con su infaltable chaqueta color rosa,
shorts celestes cortísimos de jean,
correa beige, zapatitos negros de gamuza
y un pañuelito de seda (regalo de su abuelita)
amarrado a su fino cuello el cual completaba el delicado
atuendo veraniego de nuestro tierno mariconcito limeño.

Porque si no fuese tan bello,
hubiese pasado desapercibido ante los ojos de un motociclista elegantemente vestido
que se había detenido cerca suyo para admirarle.

Caperucito,
al sentirse observado volteó su cara
y el joven se sacó el casco para saludarle.

El motociclista, era un agradable joven de unos veintiún años,
vestía camisita a a cuadritos manga larga,
jeans negros y botines de cuero negro.

Tenía unos hermosos ojos azules y una sonrisa maravillosamente juvenil!

- Hola pibe!, le dijo el joven, con un encantador acento argentino.

- Hola, contesto alegre Caperucito.

- Cómo te shamás preciosura?

- Me dicen Caperucito Rosa.

- Jajajajaja, pero qué nombre más copado!
Sos una monada! y decime pibe,
¿qué hacés por aquí, Caperucito?

- Espero la combi para ir hasta La Magdalena a visitar a mi abuelita.
Contestó Caperucito con una coqueta naturalidad feliz de charlar
con aquel elegante joven de ojos azules.

- Faltaba más pibe,
si vos querés,
sho te puedo shevar en la moto, viste?

- ¿De verdad? - se emocionó caperucito haciendo palmitas!

- Sí nene! subí, subí detrás mío.

Caperucito cautivado subió torpemente a la cómoda moto de aquel joven preguntándole.

- ¿Y ud, cómo se llama?

- Sho creo que vos vas a reir al oirlo, nene.

- ¡Dígamelo! ¡Dígamelo!

- Te lo voy a decir en el oido, preciosura.
A mi me dicen el Lobo Feroz. - le dijo el argentino
que había volteado para sussurrárselo al oido, mientras le daba un tierno mordisco.

Nuestro virginal Caperucito,
lanzó un pequeño gritito al sentir ese mordisco.
Era una sensación embriagadoramente nueva que nunca había sentido.

Consciente de la reacción de Caperucito,
el argentino sonrió complacido haciendo arrancar su moto,
mientras Caperucito extasiado se sujetaba a la cintura del argentino,
qué rico olía aquel hombre, qué encantador y qué caballero al ofrecerse llevarle
hasta su abuelita pensaba Caperucito mientras el viento hacía volar su
pañuelito y sus rizos.

- Y usted. ¿Hacia dónde va?, preguntó nuestro jovenzuelo.
- A una fiesta nene...
- ¿Una fiesta? - preguntó Caperucito - Tan temprano?
- Sí nene, una fiesta de piscina. ¿Querés ir?
- ¿De verdad? gritó Caperucito mientras su corazón saltaba de emoción.
- Sí, le dijo el argentino, ¡Una súper fiesta! Andá vamo, ¿Qué decís?


CONTINUARÁ

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